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IGNACIO ECHEVARRÍA (Una entrevista de hace tiempo) "La crítica hace a la literatura"

Por Javier López Narváez 

Sentado en un sillón de cuero, Ignacio Echevarría espera la hora de su intervención programada para la Feria Internacional del Libro de Quito.

Es un hombre bastante alto, no solo por su estatura (que bien podría alcanzar el metro noventa), sino por la talla de su trabajo, que durante los últimos veinte años se ha desarrollado en el campo de la crítica literaria, y que ha sido recogido en los textos Trayecto (Madrid, 2005) y Desvíos (Santiago, 2006).

En la actualidad escribe una columna para los diarios El Mercurio, de Chile, y El Mundo, de España; aunque hasta hace poco tiempo se lo reconocía como editor y albacea de la obra póstuma de Roberto Bolaño y, asimismo, por la controversia que suscita su particular modo de entender su oficio de crítico.

Foto: Paúl Navarrete / El Telégrafo



¿Cómo influye la crítica en el desarrollo de la literatura?
No es que yo crea que la crítica influye en la literatura; yo creo que la crítica hace la literatura. Nosotros leemos libros, tenemos una masa amorfa y vasta de objetos literarios que solo se construyen como literatura cuando hay una distancia crítica que los articula. Es decir: yo, que no sé nada, una noche de luna nueva miro el cielo. ¿Qué veo?, una oscuridad tachonada de estrellas y luceros; solo eso. ¿Cuándo surgen las constelaciones? Cuando hay alguien que con conocimiento construye todo ese cielo, y en aquello que para mí es indistinto, amorfo y sin sentido, construye algo con sentido, y lo organiza; las constelaciones existen desde que existe la mirada de un experto. Igual la literatura existe a partir de la crítica; es una relación íntima e interactiva.


¿Entonces el crítico se convierte en un guía del lector, o en alguien que le va a dar pistas al escritor sobre cómo escribir?
Lo segundo, desde luego no. Lo primero sí. Yo creo que la crítica, por lo menos la que se hace en los medios -no la académica- es una crítica básicamente orientativa, que cumple un servicio social.




Usted ha dicho que una de las funciones sociales del crítico es ahorrarle al lector “caminos errados”...
Claro, es hacerle crear un sistema de preferencias que le ahorre recorridos inútiles. Es un señalizador. Adorno decía que un crítico era un agente del tráfico literario.


En un texto suyo que salió en El Mercurio, de Chile, defendía la idea de escribir sobre un libro que no se ha leído...
Lo que pasa es que hay muchas formas de leer. La más literal es leer un libro. Pero todos leemos cosas sin haberlas leído. Si de todo aquello de lo que opinamos, de lo que nos quejamos o rechazamos tuviéramos que tener un conocimiento cabal y de primera mano, seríamos sujetos prácticamente paralíticos. Yo defiendo la lectura implícita; nuestra capacidad lectora no se aplica solo a los libros; se aplica también a la prensa, a los anuncios, a varios soportes mucho más perecederos que nos proveen información con la que armamos juicios y posiciones a la hora de estructurar una crítica. Hay best sellers que a mí no me apetece leer porque son malos. Yo puedo hablar de Dan Brown sin haberlo leído, o leyendo quince páginas. Yo defiendo eso; relativizo el puritanismo de que “si tú no has visto tal película ¿cómo hablas de ella?”; bueno, pues vi la anterior, he oído lo que dicen de esta película, he visto la publicidad y sé que el director es un tonto; yo no necesito más para saber que es una mala película.



¿Qué opina de esta ola que ha surgido en los últimos años de hacer literatura desde páginas de Internet, desde blogs?
Internet aún es una tecnología emergente, pero no es una gran creadora de comunidades. El crítico tiene como una de sus funciones generar o articular la comunidad de lectores. La comunidad de Internet es muy difícil de articular; todavía no genera un público lector reconocible y fiable; esa comunidad es muy virtual; son más como pequeñas sectas: los blogs con sus foros recurrentes, microcomunidades de seguidores de un bloguero, pero no crea la dimensión de lo público. No es que sea crítico con Internet, sino que no creo que constituya todavía un rival poderoso para la industria del libro y la industria del periodismo, que están claramente en decadencia, pero que todavía construyen lo público de un modo objetivo y reconocible, mientras que Internet no lo hace.


Al afirmarlo, está hablando del componente social. Pero también ha dicho que desconfía de la supuesta libertad con la que operan los blogs, en lo que se refiere a los contenidos.
Yo creo que, en Internet, muchas veces la libertad se confunde con desinhibición.


¿Cuál es la diferencia?
La libertad es la desinhibición pasada por un filtro de responsabilidad, sin el cual, bueno, yo puedo ser libre en mi casa, pero no más.


¿Este filtro serían los editores?
Exacto. Que pueden ser elementos negativos de censura, de deformación tendenciosa, pueden ser lo que sea. Pero los filtros de una editorial o de un periódico todavía constituyen algo que cruza y que convierte a la desinhibición en libertad; generan el espacio de libertad. La libertad (de escribir) tiene que contrastarse y articularse con las otras libertades. O sea, yo me puedo desnudar en la ducha, pero no me puedo desnudar en la calle. Es el contexto el que determina la libertad, no mi voluntad.


En su experiencia, ¿qué tan fiable es la calidad de una novela de moda, que esté respaldada por el nombre de una gran editorial?
Muy fiable. El escritor ambiciona ser leído y acude siempre en primera instancia a los editores más poderosos, que lo van a proyectar de un modo más solvente en el espacio público. Por lo tanto, los manuscritos circulan siempre en orden jerárquico, primero en las editoriales más importantes o más prestigiosas, y luego se van filtrando, de modo que lo que le llega al pequeño editor de provincia es el manuscrito desechado por todos los anteriores. Entonces, no hay que creerse aquello de que lo bueno está escondido; lo bueno, por lo general, está delante nuestro, y lo publican las buenas y las grandes editoriales. Otra cosa es que en todo arte hay unos espacios de novedad e innovación que son comercialmente riesgosos. Es difícil encontrar lo arriesgado en las grandes editoriales, pero eso no significa que lo bueno no esté allí.


Cambiando de tema, hasta hace poco tiempo estuvo a cargo de la obra de Bolaño...
Estaba, ahora ya no. Lo que pasa es que él me nombró, frente a su viuda, albacea, pero solo de palabra. Yo no tenía poderes jurídicos en la administración de su legado. Hasta cierto momento me entendí con la viuda sobre cómo publicar a Bolaño póstumo, y cuando nos desentendimos me alejé. Es algo que sucede muy a menudo y no hay que darle trascendencia.


Bolaño quería que 2666 se publique en 5 partes. ¿Por qué lo publicaron todo de una vez?
Él sabía que competía con la muerte, en la finalización de un proyecto muy ambicioso que quizás no le iba a dar tiempo a terminar; y por otro lado le preocupaba la seguridad económica de su familia. cuando Bolaño muere tenía una hija de un año y medio y un hijo adolescente. Entonces, él, que tampoco tenía una seguridad tan clara de que eso iba a ser un éxito, pensó que sacaría más dinero si la vendía en cinco partes. Es decir que fue una decisión movida sobre todo por especulaciones de tipo financiero. Pero nadie que haya leído la novela puede dudar de que se trata de un solo cuerpo, y no creo que nadie lamente que no haya salido dividida. En todo el tiempo que conocí a Bolaño él siempre habló de “su novela”, no de “sus novelas”. Publicarlo todo fue una decisión bastante evidente y legítima, a pesar de su voluntad expresa.


¿Cuánto de Bolaño póstumo queda por publicar?
Bolaño era un escritor insaciable. Tiene muchísima poesía y fragmentos inéditos, y todo ese material habrá de ser evaluado; y claro, el que sea o no publicado dependerá en buena medida de la demanda de un público sediento que consuma cualquier cosa. Dentro de lo que sería el paradigma de un escritor normal, Bolaño ya está publicado íntegramente. Lo que queda por ver es, o descartes que él hizo de su propia obra, o fragmentos, o borradores. Pero eso no significa que no haya, y me consta que lo hay, maravillas dentro de todo eso.

Publicado en Diario El Telégrafo, el 02 de Diciembre de 2009 

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